Ante un marco imponente que llenó el Anfiteatro del Centro Recreativo Comunal del Club Independiente, incluso quedando mucha gente sobre los alrededores, una verdadera multitud, acompañó la presencia del “Hermano Raúl” o como también se lo conoce al “Sanador de Bolívar”. Fue un acto que luego se desbordó ya que la gente creyente en los poderes del curandero lo fueron siguiendo hasta que subió a una camioneta y regresó a Bolívar, su ciudad.
Raúl Donato Guerreño o conocido popularmente como el “Hermano Raúl” arribó a nuestra ciudad por insistencia de un vecino de Ayacucho con quien tiene una estrecha relación y que le pidió si un Domingo, fecha en la que no recibe a gente de todo el país en Bolívar, podía venir a nuestra localidad. Fue así que se organizó la presencia del Sanador de Bolívar rompiendo seguramente los pronósticos sobre la respuesta de la gente, ya que quedamos impactados por la cantidad de devotos y esperanzados en sus poderes de sanación.
Ayacuchoaldia.com.ar estuvo allí donde además de tomar imágenes de lo que fue el evento, te contamos que hubo una sencilla apertura, unas pocas palabras de Raúl mientras la gente esperaba detrás del pequeño arroyo que separa el escenario de las gradas del anfiteatro. Impactaba como alrededor del mismo, centenas de personas también habían acudido no pudiendo encontrar lugar para sentarse.
Tuvimos a la vez, la oportunidad de dialogar con algunos de los asistentes a la llegada del Hermano Raúl, incluso gente de la zona y del campo, quienes en muchos casos contaron que ya venían viajando hasta Bolívar donde encontraron solución a sus problemas de salud ante las nulas respuestas de la ciencia. Gente con lágrimas en los ojos, emocionados, seguramente agobiados por las dolencias que acuden al Sanador de Bolívar como una opción a tratar de encontrar salud.
A modo personal, un dicho popular dice que “la fe mueve montañas” y ante la desesperación por la situación personal o de un ser querido, habrá que “querer o reventar” como dijo un colega que estaba en el lugar mientras observaba con admiración como el Hermano Raúl era avanzado por una multitud que simplemente quería que le pusiera una mano en su rostro o al menos acariciarle la mano.
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