Catalina Perrone empezó de niña a tocar el violín y ahora se forma como lutier en Cremona, la ciudad que dio nacimiento a Stradivari.
Catalina Perrone comenzó a tocar el violín cuando era niña en la Orquesta Escuela de Dolores y reconoce en ese espacio el puntapié inicial de la actividad que está desarrollando ahora, a 12.000 kilómetros de distancia de su ciudad natal.
En Cremona, una ciudad de la Lombardía italiana, “Cata” está estudiando para transformarse en lutier; esto es una persona que construye, restaura, repara y ajusta instrumentos.
“Cremona es la ciudad internacional de la lutería, donde nació Stradivari y donde funciona el museo del Violín”, explica la joven dolorense en alusión a Antonio Stradivari, el más prominente lutier italiano y cuyo apellido en su forma latina –Stradivarius– se utiliza para referirse a sus instrumentos.
Pero la historia por la que llegó a este lugar y que le contó a ENTRELINEAS.info tiene mucho de sorprendente. Cuando Catalina terminó el secundario supo que no iba a convertirse en músico, aunque amara la música. Empezó a estudiar Geografía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y luego de la muerte de su padre, con su hermano decidieron probar suerte en Italia.
“Cuando empezamos a elegir la ciudad vi Cremona y me pregunté de dónde me suena. Y me acordé de que los violines que utilizábamos en la Orquesta se llaman Cremona. Me dije: ‘Esto es una señal’”, evocó.
Y fue a Cremona y se inscribió en la Escuela Internacional de Lutería, donde comparte aulas con estudiantes de todo el mundo. Allí aprenden a hacer violines, violas y violoncellos, una actividad que, maravillosamente, consiste en “agarrar un pedazo de madera y hacer vida”.
Catalina sostiene que antes que nada “ser lutier es ser paciente”. Un estudiante puede tardar seis meses como mínimo para hacer un violín, una tarea que implica mucha atención y concentración. Una de las cosas que aprendió es que no todos los violines son iguales y que incluso hay diferencias entre las diferentes regiones de Italia, donde está muy desarrollado este arte.
De hecho, hay muchas maneras de hacer un instrumento que van desde los fabricados a máquina, normalmente de procedencia china, como aquel Cremona en el que aprendió a tocar, hasta los que un lutier realiza totalmente a mano, pasando por aquellos en que varias personas realizan una parte diferente que luego se ensambla entre sí.
Pero de toda esta historia, lo que Catalina insiste en resaltar es lo importante que fue para ella “el proyecto de la Orquesta Escuela de Dolores: enseñarles música a las infancias y también a sus familias. El desarrollo que se da en una orquesta escuela es fundamental para dar oportunidades”.
Y desde el lugar que ahora transita sostiene que sigue teniendo presente lo que le dijo Alicia Ciancio, su maestra: “Nunca dejes la música porque es una compañera que siempre va a estar al lado tuyo. Yo la elegí, aunque de otra manera, pero siempre me acompaña”.
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