Camilo Sagües tiene 6 años y reparte su vida entre payadas, milongas, escuela y tardes enteras en el campo. El joven balcarceño es un apasionado de la naturaleza, la vida rural y los versos. Sus padres cuentan que antes de aprender a leer, ya payaba. Su abuelo es oriundo de Tandil, allí tiene un campo al cual Camilo visita cada quince días junto a sus padres, se pasa todo el día realizando trabajos ayudando a su familia. El pequeño payador confiesa que no le gustan mucho los ruidos, prefiere la calma que brinda la naturaleza. Se pasa todo el día montando a caballo, dándole de comer a las ovejas y las gallinas.
Camilo supo de la existencia de las milongas por su abuelo, allí nació su admiración por ese arte. «Él fue el que me enseñó las milongas, tenía en su casa un libro de Martin Fierro que siempre me leía. Me gustó tanto que un día pedí que me lo compraran, cuando al fin lo tuve les pedí a mi abuelo y mis papas que me lo lean, lo fueron haciendo hasta que arranqué con las milongas», comentó el joven a El Diario.
Camilo empezó a recitar en su casa, su abuelo y sus padres fueron su primer público y quienes lo alentaron desde un primer momento. Su primera presentación fue en el Teatro Municipal ante 250 personas, una milonga acompañada con guitarra. «Me acuerdo que mi mamá se quería ir, estaba bastante nerviosa, yo estaba como si nada, tranquilo, para mí era un día más. Me gusta que me escuchen».
«Las presentaciones me gustaron desde un primer momento, desde que subí a mi primer escenario nunca dejé, ya me quedé ahí. Mamá me decía que si estaba nervioso nos podíamos ir, yo le contestaba que estaba bien, ese día canté una milonga re larga», recordó el joven.
LA PAYADA COMO ESTILO DE VIDA
El payador tiene la habilidad improvisar y de elaborar una historia, con rima y canto, sobre lo que sucede en el momento en el que está payando. Camilo encontró en este arte, una forma de expresar sus sentimientos.
Una de sus primeras presentaciones fue en su egreso del jardín Nº 907, allí les dejó unos versos a sus compañeros y señoritas. «A la «seño» y a los niños les refiero esta instancia, compañeros de la infancia entrego mi corazón, por las horas en el patio y las clases en el salón. Extrañarlos un montón será mi sentimiento, que les quiero y no les miento amigos del corazón», las maestras se iban pasando el papelitodel acto porque no podian terminar de leer, todas se quedaron llorando», recordó Camilo, quien además comentó que fue abanderado en la ceremonia.
En la mayoría de sus presentaciones está acompañado por Roberto Chazarreta, su profesor de guitarra. «No siempre estoy acompañado, ya he cantado solo en el escenario, por ejemplo en la cabalgata por el Día de la Virgen y en la Escuela Nº 12». Camilo no solo se siente cómodo con las milongas, también se anima con la improvisación. «Cuando me olvido una parte en la milonga empiezo a improvisar, no me queda otra», expresó con una sonrisa.
«En el Día de la Virgen antes de cantar tuve que repasar para acordarme bien la letra, en un momento «Pampita» Pellegrino empezó a buscarme para presentarme al público y no me encontraba, yo lo veía que tenía cara de asustado, pero yo estaba tranquilo ensillando una petisa con la ayuda de unos amigos. Después de varios llamados al final me acerqué y canté». Camilo nunca siente nervios antes de una presentación, y si se equivoca en medio de una milonga sigue sin problemas.
«Las improvisaciones las práctico en mi casa, por ejemplo en las topadas (contrapuntos) que tuve con Chazarreta le terminé ganando porque él se quedaba sin palabras al final». Camilo indicó que al principio le gustaba escuchar improvisaciones en Youtube, ahí fue donde comenzó a meterse en el mundo de los contrapuntos.
Tiene un estilo particular a la hora de recitar una milonga que no deja a nadie indiferente, imprime en su canto un ímpetu que no se ve en otros payadores, y mucho menos en jóvenes de su edad. El 11 de diciembre se presentó en Ayacucho a una jineteada en el paraje La Constancia, su primera presentación fuera de la ciudad. «Ahí se nos cortó la luz a mitad de una milonga y tuve que gritar, sino no se escuchaba. De yapa me acompañaban con una guitarra que no era eléctrica, igual la hacía sonar».
En seis meses aprendió a tocar la guitarra solo, tal es así que en algunas milongas él se encarga de la música. «Por ahí me sale fea la milonga si no estoy acompañado por una guitarra, pero empiezo a ver alrededor, a la gente del público que me acompaña y eso me da más confianza, me incentiva». Camilo también comentó que le gustaría incursionar en otros estilos dentro del género folclórico, además de la milonga. «Me gusta la zamba, pero todavía no sé bien los tonos como para tocarla en la guitarra, por eso no canto. También me gusta bailar malambo y cualquier tipo de música folclórica» señaló.
Confesó además que prefiere la tranquilidad del campo y estar con los animales por sobre el ruido de la ciudad. «Me encantan los sonidos de los animales, como el relincho por ejemplo, tampoco tanto como para ponerme a hacer yoga, pero el silencio sí. Si hay mucho ruido no podés recitar porque te confunden las voces». Camilo contó que siempre va acompañado de sus padres, «a veces falta mi mamá, otras mi papá, pero siempre de alguien voy acompañado, si me dejaran iría a caballo solo a todas partes». El joven balcarceño que se abre camino en el mundo del canto improvisado sorprende a grandes y chicos. Con su atuendo criollo y voz firme, expresa en cada lugar que visita alegría y amor por los versos.
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